lunes, 11 de agosto de 2008

¿Qué es "escribir bien"?

Algunos siguen considerando a la escritura literaria como algo exquisito, erudito, preciosito y perfectosito. Para esos, que no saben que la literatura es, sobre todo, diversión; les dejo esta belleza de César Bruto (creo que no hace falta aclarar que no era ningún).

César Bruto
Esplicasiones de una Señora que sescapa con otro

Negro:
te pido por fabor de que no tomés a mal que yo agarre mis prendas de vestir y me vaya del cotorro, ni que pensés de mí con lijeresa, aplicándome tal o cual metáfora dibna de mejor suerte… ¡Te juro que me voy para tu bien, negrO, y que algún día vas a comprender todo el tremendo sacrificio que hago para que triunfés con tu concomitansia de poetA y de conpositor de música, todo lo cual hoy andás bastante flojo y sin poder encontrar un tema para un gran tango que te haga venir popular y honbre de plata!
No te vayás a pensar de que te dejo porque a tu reina una pobresa insuperable, y que si una sigue vibiendo acá a la larga se acostrumbraría a comer el reboque de la paré… ¡queesperansa! Me voy, negrO, para ver si al encontrarte solo, triste y abandonado, sin dada más que la guitarra y el perrito companiero que por mi ausensia no comería, te sentás a escribir un presioso tango, en el cual me tratés de todo, diciéndome que soy uan ingrata malbada, una percanta trasionera o lo que a vos te guste, que no me voy a ofender por eso.
Todavía, si querés más datos para tu composisión, te comunico que al escaparme del bulíN me voy con un cabaliero que conosí el otro día en el sentrO, el cual de me asercó cuando yo estaba mirando una vidriera, y me dijo: “Usté merecería un tapado de bisontE y un coliar de brillantes, sinpática…”, a lo cual yo le contesté: “¿Le parese?...” y como una palabra saca la otro y las 2 laban la cara, a la final quedamos que yo me iría a vibir con él, que me tratará como una reinA, y hasta prometió de comprarme una licuadora para que yo pueda haser jugo en mis horas de ósio… ¿Te das cuenta qué cambio?
¡Adiós negrO, no mechés la culpa de nada y pensá que todo lo hago para que triunfés con una cansión en contra mía… ¡Ha, y apurate que te van a desalojar antes del 30!
Se despide de vos, tu tierna conpaniera quescapás de haser cualquier cosa parayudarte, Camila (haora gladiS”).

Hasta la próxima

viernes, 8 de agosto de 2008

Si les gustó el anterior, no los dejaré con las ganas; ahora disfruten de...

La inspiración por Pablo De Santis

El poeta Siao, que vivía desde el otoño en el palacio imperial, fue encontrado muerto en su habitación. El médico de la corte decretó que la muerte había sido provocada por alguna substancia que le había manchado los labios de azul. Pero ni en las bebidas ni en los alimentos hallados en su habitación había huellas de veneno.
El consejero literario del emperador estaba tan conmovido por la muerte de Siao, que ordenó llamar al sabio Feng. A pesar de la fama que le había dado la resolución de varios enigmas —entre ellos la muerte del mandarín Chou y los llamados "crímenes del dragón"— Feng vestía como un campesino pobre. Los guardias imperiales se negaron a dejarlo pasar, y el consejero literario tuvo que ir a buscarlo a las puertas del palacio para conducirlo a la habitación del muerto.
Sobre una mesa baja se encontraban los instrumentos de caligrafía del poeta Siao: el pincel de pelo de mono, el papel de bambú, la tinta negra, el lacre con que acostumbraba a sellar sus composiciones.
—Mis conocimientos literarios son muy escasos y un poco anticuados. Pero sé que Siao era un famoso poeta, y que sus poemas se contaban por miles —dijo Feng—. ¿Por qué todo esto está casi sin usar?
—Sabio Feng: hacía largo tiempo que Siao no escribía. Como verá, comenzó a trazar un ideograma y cayó fulminado de inmediato. Siao luchaba para que volviera la inspiración, y en el momento de conseguirla, algo lo mató.
Feng pidió al consejero quedarse solo en la habitación. Durante un largo rato se sentó en silencio, sin tocar nada, inmóvil frente al papel de bambú, como un poeta que no encuentra su inspiración.
Cuando el consejero, aburrido de esperar, entró, Feng se había quedado dormido sobre el papel.
—Sé que nadie, ni siquiera un poeta, es indiferente a los favores del emperador —dijo Feng apenas despertó—. ¿Tenía Siao enemigos?
El consejero imperial demoró en contestar.
—La vanidad de los poetas es un lugar común de la poesía, y no quisiera caer en él. Pero en el pasado, Siao tuvo cierta rencilla con Tseng, el anciano poeta, porque ambos coincidieron en la comparación de la luna con un espejo. Y un poema dirigido contra Ding, quien se llama a sí mismo "el poeta celestial", le ganó su odio. Pero ni Tseng ni Ding se acercaron a la habitación de Siao en los últimos días.
—¿Y se sabe qué estaban haciendo la noche en que Siao murió?
—La policía imperial hizo esas averiguaciones. Tseng estaba enfermo, y el emperador le envió a uno de sus médicos para que se ocupara de él. En cuanto a Ding, está fuera de toda sospecha: levantaba una cometa en el campo. Había varios jóvenes discípulos con él. Ding había escrito uno de sus poemas en la cometa.
—¿Y dónde levantó Ding esa cometa? ¿Acaso se veía desde esa ventana?
Si, justamente allí, detrás del bosque. Honorable Feng: los oscuros poemas de Ding tal vez no respeten ninguna de nuestras antiguas reglas, pero no creo que alcancen a matar a la distancia. ¡Además, la cometa estaba en llamas!
—¿Un rayo?
—Caprichos de Ding. Elevar sus poemas e incendiarlos. Yo, como usted, Feng, tengo un gusto anticuado, y no puedo juzgar las nuevas costumbres literarias del palacio.
Feng destinó la tarde siguiente a leer los poemas de Siao. A la noche anunció que tenía una respuesta. El consejero imperial se reunió con él en las habitaciones del poeta asesinado. Feng se sentó frente a la hoja de bambú y completó el ideograma que había comenzado a trazar Siao.
—"Cometa en llamas" —leyó el consejero—. ¿La visión de la cometa le hizo a Siao recuperar la inspiración?
—Siao trabajaba a partir de aquello que lo sorprendía. El momento en que se detiene el rumor de las cigarras, la visión de una estatua dorada entre la niebla, una mariposa atrapada por la llama. De estas cosas se alimentaba su poesía. Aquí en el palacio, ya nada lo invitaba a escribir: por eso su pincel nuevo estaba sin usar desde hacía meses. Ding puso allí el veneno, y con la suficiente anticipación como para que nadie sospechara de él. Sabía que Siao, como todos los que usan pinceles de pelo de mono, se lo llevaría a la boca al usarlo por primera vez, para ablandarlo. Los restos del veneno se disolvieron en la tinta. Esa fue una de las armas de Ding.
—Imagino que la otra fue la cometa —dijo el consejero.
—Ding sabía que al ver algo tan extraño como una cometa en llamas, la inspiración volvería al viejo Siao.
Feng tomó el pincel de pelo de mono y escribió:
Una cometa en llamas sube al cielo negro.
Brilla un momento y se apaga.
Así la injusta fama del mediocre Ding.—Mis dotes como poeta son pobres, pero acaso no esté tan alejado del tema que hubiera elegido Siao —Feng limpió con cuidado el pincel—. Como poeta Ding rechaza toda regla, pero como asesino acepta las simetrías. Para matar a un poeta eligió la poesía.

Pablo De Santis es uno de los mejores escritores con los que actualmente cuenta la literatura argentina. No debes dejar de leer "El enigma de París".

jueves, 7 de agosto de 2008

Enigma y acción

A los amantes del género policial les regalo un clásico de Rodolfo Walsh.

TRES PORTUGUESES BAJO UN PARAGUAS, SIN CONTAR AL MUERTO

Rodolfo Walsh
1El primer portugués era alto y flaco.El segundo portugués era bajo y gordo.El tercer portugués era mediano.El cuarto portugués estaba muerto.

2-¿Quién fue?- preguntó el comisario Jiménez.-Yo no- dijo el primer portugués.-Yo tampoco- dijo el segundo portugués.-Yo menos- dijo el tercer portugués.El cuarto portugués estaba muerto.

3Daniel Hernández puso los cuatro sombreros sobre el escritorio.
El sombrero del primer portugués estaba mojado adelante.El sombrero del segundo portugués estaba seco en el medio.El sombrero del tercer portugués estaba mojado adelante.El sombrero del cuarto portugués estaba todo mojado.

4-¿Qué hacían en esa esquina?- preguntó el comisario Jiménez.-Esperábamos un taxi- dijo el primer portugués.-Llovía muchísimo- dijo el segundo portugués.-¡Cómo llovía! Dijo el tercer portugués.El cuarto portugués dormía la muerte dentro de su grueso sobretodo.

5-¿Quién vio lo que pasó?- preguntó Daniel Hernández.-Yo miraba hacia el norte- dijo el primer portugués.-Yo miraba hacia el este- dijo el segundo portugués.-Yo miraba hacia el sur- dijo el tercer portugués.El cuarto portugués estaba muerto. Murió mirando al oeste.

6-¿Quién tenía el paraguas?- preguntó el comisario Jiménez.-Yo tampoco- dijo el primer portugués.-Yo soy bajo y gordo- dijo el segundo portugués.-El paraguas era chico- dijo el tercer portugués.El cuarto portugués no dijo nada. Tenía una bala en la nuca.

7-¿Quién oyó el tiro?- preguntó Daniel Hernández.-Yo soy corto de vista- dijo el primer portugués.-La noche era oscura- dijo el segundo portugués.-Tronaba y tronaba- dijo el tercer portugués.El cuarto portugués estaba borracho de muerte.

8-¿Cuándo vieron al muerto?- preguntó el comisario Jiménez.-Cuando acabó de llover- dijo el primer portugués.-Cuando acabó de tronar- dijo el segundo portugués.-Cuando acabó de morir- dijo el tercer portugués.Cuando acabó de morir.

9-¿Qué hicieron entonces?- preguntó Daniel Hernández.-Yo me saqué el sombrero- dijo el primer portugués.-Yo me descubrí- dijo el segundo portugués.-Mis homenajes al muerto- dijo el tercer portugués.Los cuatro sombreros en la mesa.

10-Entonces, ¿qué hicieron?- preguntó el comisario Jiménez.-Uno maldijo la suerte- dijo el primer portugués.-Uno cerró el paraguas- dijo el segundo portugués.-Uno nos trajo corriendo- dijo el tercer portugués.El muerto estaba muerto.

11-Usted lo mató- dijo Daniel Hernández.-¿Yo, señor?- preguntó el primer portugués.-No, señor- dijo Daniel Hernández.-¿Yo, señor?- preguntó el segundo portugués.-Si, señor- dijo Daniel Hernández.

12-Uno mató, uno murió, los otros dos no vieron nada- dijo Daniel Hernández.-Uno miraba al norte, otro al este, otro al sur, el muerto al oeste. Habían convenido en vigilar cada uno una bocacalle distinta, para tener más posibilidades de descubrir un taxímetro en una noche tormentosa.El paraguas era chico y ustedes eran cuatro. Mientras esperaban, la lluvia les mojó la parte delantera del sombrero.El que miraba al norte y el que miraba al sur no tenían que darse vuelta para matar al que miraba al oeste. Les bastaba mover el brazo izquierdo o derecho a un costado. El que miraba al este, en cambio, tenía que darse vuelta del todo, porque estaba de espaldas a la víctima. Pero al darse vuelta se le mojó la parte de atrás del sombrero. Su sombrero está seco en el medio; es decir, mojado adelante y atrás. Los otros dos sombreros se mojaron solamente adelante, porque cuando sus dueños se dieron vuelta para mirar el cadáver, había dejado de llover. Y el sombrero del muerto se mojó por completo al rodar por el pavimento húmedo.El asesino utilizó un arma de muy reducido calibre, un matagatos de esos con que juegan los chicos o que llevan algunas mujeres en su cartera. La detonación se confundió con los truenos (esta noche hubo una tormenta eléctrica particularmente intensa). Pero el segundo portugués tuvo que localizar en la oscuridad el único punto realmente vulnerable a un arma tan pequeña: la nuca de su víctima, entre el grueso sobretodo y el engañoso sombrero. En esos pocos segundos, el fuerte chaparrón le empapó la parte posterior del sombrero. El suyo es el único que presenta esa particularidad. Por lo tanto es el culpable.El primer portugués se fue a su casa.Al segundo no lo dejaron.El tercero se llevó el paraguas.El cuarto portugués estaba muerto. Muerto.